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La nueva era de la ‘maison’ Krug, para muchos el mejor champán del mundo

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Fundada en 1843, la firma francesa arranca 2025 con sus modernas y vanguardistas instalaciones que inauguró hace unos meses, con otra edición de su emblemático Grande Cuvée y con un nuevo Rosé

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Una de las ocho salas de barricas de la bodega. Léo Ginailhac
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Un solemne retrato de Joseph Krug preside la nueva bodega que la maison francesa inauguró hace nueve meses en Ambonnay, una pequeña localidad en la región francesa de Champaña, a media hora de Reims. No es la única pintura. Un graffity con su nombre, Joseph 2.0, cuelga de una de las paredes de la enorme sala que recoge la historia de Krug. Es la muestra de que la bodega, la única que sólo crea cuveés de prestigio, está preparada para afrontar nuevos retos y seguir elaborando durante varios siglos más el que para muchos es el mejor champán del mundo.

«Hemos cambiado todo para que nada cambie», resume Julie Cavil, la enóloga jefa de Krug, que no puede disimular su satisfacción. «Ha sido un proceso de siete años pero ha merecido la pena. Teníamos el deber de modernizar la bodega, de preservar lo fundamental para adaptarnos al cambio climático, y no podemos estar más orgullosos del resultado», confiesa frente a unos enormes ventanales que se asoman a una pequeña parcela que atesora una de las grandes joyas de Krug. Apenas una hectárea, 7.000 metros cuadrados de viñedos alimentan el Clos d’Ambonnay, un champán de gran rareza, elaborado al 100% con Pinot Noir, del que solo se producen 15.000 botellas al año a 3.000 euros la unidad.

En la nueva bodega, tal vez la más vanguardista de la región, se lleva a cabo toda la producción de Krug, desde el prensado hasta el embotellado. Aquí se elaboran los grandes referentes de la casa: el emblemático Krug Grande Cuvée, Clos du Mesnil (otra rareza fruto de una parcela amurallada), Krug Rosé, y champán vintage y cuvées de prestigio que se hacen sólo en años excepcionales.

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Vista aérea de la nueva bodega, inaugurada hace nueve meses en Ambonnay.
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La inauguración de la bodega de Ambonnay ha coincidido con el lanzamiento de la 172 edición del Grande Cuvée y la 28 de su Rosé. Cada año se repite el proceso bajo la batuta de Julie Cavil, que llegó a la casa en 2006 y desde 2020 es la chef de cave, la jefa de la bodega. «Estuve 13 años trabajando con Éric [Lebel, su predecesor], aprendiendo de él, pero esto es un trabajo en equipo. No buscamos el champán de Julie, no buscamos un champán de autor. Podríamos hacer las cosas de otra manera pero cada año buscamos la excelencia. Grande Cuvée es la misma música interpretada por distintos músicos«, resume.

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Julie Cavil, enóloga y jefa de la bodega. Sarah Arnould
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El emblemático vino espumoso -«el sueño de Joseph», recalca Julie- representa el grueso de la producción y venta de los vinos de Krug: de las 600.000 botellas que anualmente se elaboran en la bodega, medio millón son Grande Cuvée. En cada edición se ensamblan hasta 300 vinos de distintas añadas de Pinot Noir, Meunier y Chardonnay. Las botellas permanecen siete años en las profundidades de la bodega hasta que salen a la luz. Y a medida que una edición emerge, otra entra. En este momento, el equipo de enólogos ultima la edición 179 de su Grande Cuvée y la 35 del Rosé.

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La residencia de la familia Krug, donde se encontraba la bodega hasta hace unos meses. CEDIDA
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Hasta hace unos meses, todo este proceso se realizaba en la antigua bodega, situada en el centro de Reims, en la casa familiar donde vivían los Krug codo con codo con barriles y botellas. Es la residencia en la que creció Olivier (58), la sexta generación al frente del negocio. Aunque la bodega pertenece desde 1999 al gigante francés del lujo LVMH, dueña también de otras firmas de champán como Moët & Chandon o Veuve Clicquot, los Krug siguen en la dirección de la maison. «Monsieur Arnault quiere que cada casa tenga su personalidad. Joseph estaría muy orgulloso de lo que estamos haciendo«, subraya.

La enorme casa señorial dejó de alojar a la familia para convertirse en la embajada de Krug, la sede en la que reciben a clientes y krug lovers, como se denominan a sí mismos los integrantes del selecto club de fans de este champán.

«La habitación de mis padres estaba justo ahí arriba», señala Olivier en uno de los salones donde nos recibe. Frente a él, en una vitrina, se muestra la famosa libreta en la que su antepasado anotaba todas las pruebas que realizaba para conseguir el vino perfecto. «Joseph quiso hacer un champán que no existía, fue un absoluto visionario. Su sueño era elaborar el mejor champán que pudiera ofrecer cada año, independientemente de las variaciones climáticas que pudieran surgir», resume Olivier. ¿Es la libreta original? «No, es una copia», ríe. La auténtica se encuentra a buen recaudo, celosamente guardada.

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Olivier Krug, sexta generación de la familia y director de la ‘maison’, en una de las estancias de la residencia familiar en Reims.E. U.
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En esa libreta, Joseph, que fundó la bodega en 1843, plasmó su convencimiento de que no se podían obtener buenos champanes más que a partir de buenos vinos «degustados por separado, parcela a parcela».

Olivier, el mayor de cinco hermanos, se incorporó a la dirección en 2013. Tras estudiar Finanzas en París, su padre, Henri, le mandó a los 23 años a recorrer mundo en busca de krug lovers para aprender de ellos. Acabó en Japón, un país que le fascinó y donde abrió un mercado que hoy representa el 30% de sus ventas. Le siguen Estados Unidos e Italia. España apenas representa el 1%, pero Olivier parece decidido a revertir la situación. «España es un mercado nuevo para nosotros», reconoce. Y si él no lo consigue, tal vez alguno de sus cuatro hijos lo logre, porque la séptima generación Krug ya está en marcha. «He dejado la puerta abierta y dos de mis hijos están ya preparados. Me gustaría que la familia siguiera al frente de la maison, pero no es lo más importante, sobre todo quiero que sean felices. Krug no es una familia real«, zanja.

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Krug Grande Cuvée (izda.) edición 172 (314 euros) y Krug Rosé edición 28 (450 euros).
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Los nuevos lanzamientos

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Grande Cuvée edición 172: Ensamblaje de 146 vinos de 11 años diferentes, el más joven de 2016 y el más antiguo de 1998. Su composición final es 44% pinot noir, 36% chardonnay y 20% meunier. Particularmente floral, se puede disfrutar con jabugo, ostras… también con postres como tarta tatin. Precio: 314 euros.

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Krug Rosé 28 edición: Elaborado con 32 vinos de seis años diferentes, el más joven de 2016 y el más antiguo de 2010. Su composición final es 58% pinot noir, 25% chardonnay y 17% meunier. Se puede disfrutar con foie gras, cordero, caza… No se recomienda para postres dulces. Precio: 450 euros.

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